La Sexta Extinción o el silencioso fin de la vida en la Tierra


La vida lleva poblando nuestro planeta aproximadamente 3.500 millones de años, y aunque pueda parecer que su existencia ha seguido un proceso lineal y continuado, lo cierto es que todo lo que vemos hoy a nuestro alrededor es fruto de diversas etapas en las que se han sucedido al menos cinco grandes extinciones que, en algunos casos, se llevaron consigo la mayor parte de las especies vivas de aquel momento.
La más conocida de estas extinciones masivas es probablemente la que ocurrió hace unos 65 millones de años cuando el impacto en la península de Yucatán de uno o varios asteroides hizo desaparecer el 50% de las especies, entre ellas la mayoría de los grandes dinosaurios. Aun así, la más mortífera tuvo lugar hace unos 250 millones de años, se conoce como la Gran Mortandad del Pérmico y extinguió el 95% de las especies marinas y el 70% de las terrestres.
Analizar las causas y circunstancias de las grandes extinciones en el pasado es un elemento necesario para conocer cómo funciona la vida, cómo se adapta y evoluciona, cuál es su comportamiento ante ambientes hostiles y sobre todo, entender cuáles pueden ser las futuras amenazas que deberemos enfrentar.
Éste ha sido el objetivo de estudio de un grupo de astrobiólogos de la Universidad escocesa de St. Andrews que acaban de presentar sus conclusiones en el Congreso Nacional de la Royal Astronomical Society.
¿Y cómo será la próxima gran extinción?
Históricamente las causas de estos eventos mortales han estado ligadas a colosales cataclismos, impactos de asteroides, grandes erupciones volcánicas o incluso radiaciones altamente energéticas procedentes de supernovas. Sin embargo, y según los resultados de estos investigadores, la próxima extinción masiva podría ser mucho más silenciosa y sería una especie de lenta asfixia global.


Utilizando simulaciones computarizadas de los efectos del Sol sobre nuestro planeta, los astrobiólogos escoceses han concluido que en menos de mil millones de años, nuestra estrella será la responsable de la desaparición del CO2 necesario para la vida.


Y resulta cuando menos paradójico que sea la ausencia de CO2 la causante de una gran extinción cuando actualmente uno de los objetivos más inmediatos es precisamente disminuir la emisión de gases invernadero como el dióxido de carbono. Para entenderlo bien debemos saber que la presencia de vida en la Tierra se basa en un delicado equilibrio en el que grandes cantidades de CO2 aumentan el efecto invernadero causando el calentamiento global, pero por el contrario, una disminución radical de este gas impediría la fotosíntesis de las plantas.

Nuestro Sol será el responsable de la desaparición del CO2
Este segundo escenario es el que los científicos de St. Andrews predicen mediante sus modelos informatizados. Nuestro Sol, el mismo que ahora nos calienta y nos proporciona los elementos necesarios para la vida, se calentará hasta el extremo de eliminar el CO2 necesario para la vida vegetal… con la extinción de las plantas, el resto de especies herbívoras y posteriormente las carnívoras irán cayendo como fichas de dominó.
Esto sin contar con el aumento de las temperaturas y de las radiaciones ultravioletas que harán de la Tierra un lugar inhabitable, salvo para algunas bacterias extremófilas adaptadas a los ambientes más extremos.
Como decimos, este desolador escenario aún tardará mucho tiempo en producirse, sin embargo, conocer sus características y efectos resulta muy útil, no solo para entender las extinciones pasadas y cómo la vida se adaptó y abrió paso tras ellas, sino incluso para tener más elementos de juicio a la hora de buscar en otros planetas huellas que indiquen que en algún momento de su pasado existió vida en ellos.
Por lo demás, no deja de ser paradójico, e incluso un tanto irónico, que el mismo CO2 cuyo exceso ahora luchamos por controlar, sea uno de los factores más determinantes de la extinción de la vida en la Tierra cuando falte...




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